Por Terrie Lynn Bittner
Emma Smith era la esposa del primer profeta mormón, José Smith. A lo largo de los años, ella ha permanecido como un tema complejo tanto para mormones como no mormones. Mucha gente se ha centrado casi por completo en las decisiones que ella tomó en los últimos años de la vida de José Smith y después de su muerte, y algunas veces estos sucesos complican a los mormones y agradan a los no mormones. Para comprenderla, debemos colocarla en su propio entorno y época, no en los nuestros. Debemos ver su vida entera, no sólo una parte de ella.
Emma Smith nació en 1804 en Pensilvania, y tuvo inusuales oportunidades para una chica de su época. Fue muy educada y enseñaba en la escuela. Incluso tenía vacas y otros bienes, posiblemente dados como pago por parte de sus estudiantes. Su familia tenía una buena cantidad de dinero. Imaginen, entonces, la preocupación de su familia cuando ella desarrolló un cariño por José Smith, quien era de familia pobre y granjera y casi no tenía educación formal, sólo la que su padre le había podido dar en casa con un poco más de escuela tradicional. No tenía una ocupación estable y estaba involucrado intensamente en la religión. Sin embargo, no era un miembro de la religión de la familia de ella y, de hecho, había recibido una visión a la edad de catorce años en la que se le dijo que no se uniera a ninguna iglesia existente, porque ninguna tenía la verdad completa.
Emma vio en él lo que le faltaba a su familia. Ella, como muchos otros que lo conocían bien, vio una inteligencia innata, una disposición para trabajar muy duro y una inmensa integridad. Quienes lo contrataban lo consideraban el mejor empleado que hubieran contratado alguna vez. Asistía a la escuela cuando se cortejaban, tratando de estar a la altura de ella. A pesar de la desaprobación de sus padres, finalmente ella se fugó. Vivieron con la familia de José y después con la de Emma por un tiempo.
Ella trabajó duro para apoyar su misión. Cuando llegó el tiempo de que José Smith obtuviera las planchas de oro escondidas en tiempos antiguos por un ángel; un libro llamado hoy el Libro de Mormón; ella fue con él, orando en la carreta mientras él iba a abrir la caja. Se unió a sus esfuerzos para protegerlo de los ladrones y se desempeñó en ocasiones como su escribiente. Él no era lo suficientemente educado para escribir la traducción de las planchas, así, mientras él traducía por medio del Espíritu Santo, ella escribía sus palabras. Otros escribientes hacían la mayor parte de la traducción, pero ella participaba cuando era necesario.
Ella tenía la fe suficiente para evitar mirar las planchas, incluso cuando estaban en su habitación o en la cocina, a pesar de que con frecuencia las sentía y las movía de su camino mientras trabajaba. Más tarde se les permitiría a los testigos ver las planchas, pero Dios le pidió a Emma aceptarlos en la fe, un testimonio de que Dios la reconocía como una mujer de gran fe.
Emma Smith hacía grandes sacrificios por el evangelio de Jesucristo, por su esposo y por la iglesia. Ella no era perfecta y tomaba decisiones que parecen difíciles de entender para nosotros en la actualidad. Sin embargo, no cabe duda de que hizo sacrificios mucho más allá de lo que a la mayoría de mormones se le podría pedir, y de que ella experimentó más sólo su parte justa de sufrimiento.
Ella perdió a varios de sus hijos. Sus primeros tres murieron tan pronto que ni siquiera pudieron ser nombrados. Después de perder gemelos, adoptó a hermanos gemelos, pero uno murió después de estar expuesto al frío cuando una turba invadió su hogar mientras sus hijos estaban enfermos. Un hijo murió a la edad de catorce meses y otro murió menos de un año después.
Dejaría a sus padres en 1830, para no verlos otra vez ya que ella y su familia fueron forzados a trasladarse de un lugar a otro para evitar la persecución y la violencia. Su esposo fue arrestado, esencialmente por ser mormón, dejándola sola al cuidado de sus hijos. Ella le escribió que sólo Dios sabía cuán difícil era para ella huir de su hogar con sus hijos, abandonando todas sus posesiones y dejando a su esposo para resistir todo lo que pudiera venir.
Una y otra vez, ella fue desalojada, a menudo sin una advertencia y sin tiempo para empacar sus pertenencias. Ella aguantó las burlas e insultos de las turbas. La cómoda y pacífica vida que había tenido cuando era niña no le servía de mucha preparación para esta nueva vida, pero ella la enfrentó con fe. Ella consolaba a otras mujeres, las instruía, y las ayudaba a edificar su propia fe. Frecuentemente se encontraba viviendo en la casa de otras personas y de igual manera alojaba a completos extraños en su propia casa. Cuando un grupo de mormones negros llegó después de un viaje difícil y doloroso, tensionado por el peligro y el prejuicio racial, sus pies sangraban debido a que ya no tenían zapatos, ella los sentó en su propia mesa y los alojó a todos en su casa como invitados hasta que pudieran conseguir un trabajo. Cuando una no pudo encontrar empleo, ella misma contrató a Jane Manning.
Ella dirigió la Sociedad de Socorro, una organización auxiliar para las mujeres de la iglesia que fue organizada para educar a las mujeres y permitirles servir a los demás. Ella compiló el primer himnario.
Ella manejó casi todas las pruebas con gracia. A menudo estaba ansiosa y triste, pero se superaba. Finalmente, sin embargo, enfrentó una prueba que resultó ser más de lo que ella pensó que podía manejar. Es posible que la poligamia hubiera sido más fácil de sobrellevar si no se hubiera añadido a una cantidad extraordinaria de pruebas ya presentes y si no hubiera sido la primera mujer en enfrentarla en la Iglesia. Ella no tenía un ejemplo a seguir y no había un grupo de apoyo, como lo tendrían las siguientes mujeres.
Al principio, cuando José le admitió que había recibido una revelación acerca de la poligamia y que se le había dicho que era absolutamente necesario que la llevara a cabo, ella lo aceptó. Después, cuando Brigham Young era el profeta, la práctica fue refinada para que la primera esposa tuviera que aprobar a cada esposa posterior, pero, como vemos también en la Biblia, los refinamientos de las nuevas prácticas a menudo continúan a medida que los profetas siguen orando por orientación. Emma dio, de vez en cuando, su aprobación para matrimonios específicos. En otras veces, ella encontraba que no podía manejar las decisiones que había tomado, al igual que Sara en el Antiguo Testamento primero animaba a su esposo para casarse con su sierva y luego descubría que era más difícil de lo que ella esperaba.
De acuerdo con el historiador Richard Bushman, José veía la poligamia simplemente como una forma de unir a las familias eternamente. Los mormones creen que la vida familiar continúa después de la muerte. Cuando el matrimonio eterno fue introducido por primera vez, muchas familias llevaron a cabo “sellamientos” con sus amigos y con aquellos con quienes querían estar eternamente asociados, no comprendían por completo lo que significaba esta revelación. Muchos deseaban estar relacionados con el profeta por las bendiciones eternas que creían que esto traería. Él no cortejaba a las mujeres o hacía propuestas de modo romántico. De hecho, por lo general llevaba a otro varón consigo o incluso le preguntaba a un padre o hermano para acercarse a la mujer. Él los instruía para que la mujer orara acerca de la petición.
Los estudios modernos de ADN han descartado que todos los hijos que Fran Brodie había propuesto que eran suyos por medio de otros matrimonios. Dado que sí crió varios hijos con Emma, la paternidad es posible, pero, a este tiempo, no hay una prueba biológica de relaciones matrimoniales tradicionales y las únicas historias vienen de otras personas, no de las mujeres o de José. Para él, parece que los matrimonios eran relativamente impersonales y estaban destinados a cumplir los requerimientos dados a él por un ángel y para unir a ciertas familias por la eternidad.
Cual fuere la situación, Emma finalmente se encontró incapaz de afrontar la poligamia. Bushman indica que Emma y José tenían muchas discusiones fuertes acerca de su poligamia y su relación se tensó periódicamente.
A pesar de todo, ella siguió teniendo un testimonio de su papel como profeta y realizaba sus deberes fielmente. Se convirtió en la primera mujer en recibir las investiduras del templo lo que implicaba realizar convenios sagrados con el Salvador. Luego se convirtió en una trabajadora del templo, ayudando a otros con sus primeras experiencias en el templo. Durante este tiempo, su relación mejoró y José podría haber aceptado no tomar más esposas.
Aunque su matrimonio a menudo tenía problemas después de la introducción de la poligamia, Emma continuó cuidando de José. Cuando él fue asesinado, se inclinó sobre él y expresó su lamento de que lo hayan apartado de ella. Tenía un mechón de su cabello el cual habían cortado y se lo entregaron. Lo llevó en un medallón por el resto de su vida, aún después de haberse casado nuevamente.
Quedó abandonada con sus cinco hijos, incluyendo su hija y cuatro hijos adoptados, Su situación económica era precaria debido a que no había línea clara entre el dinero de la familia y el dinero de la iglesia, donde José a menudo quedaba con deudas para ayudar a la iglesia. Ella hizo un comprensible esfuerzo por quedarse con algunas propiedades y esto la puso en discusión con Brigham Young, dado que no estaba claro cuáles de esas propiedades pertenecían a la iglesia y cuáles a ella. Algunos miembros de la iglesia la rechazaron inapropiadamente debido a su rechazo a la poligamia y su franqueza sobre el tema. La Iglesia ya estaba en un período de gran tensión y lamento ya que el pueblo debatía para decidir quién sería el siguiente profeta y se enfrentaron a la realidad de que se encontraban nuevamente en gran peligro con un futuro incierto. Probablemente esto provocó que la gente se comportara diferente de cómo podría en circunstancias más suaves. Con la disconformidad por ambos lados, pronto se encontró a sí misma fuera de la corriente principal de la iglesia.
Cuando los mormones se marcharon a Utah, ella eligió quedarse. Se mudó lejos de Nauvoo por un tiempo para evitar el peligro, pero finalmente regresó a su antiguo hogar. Pudo utilizar las propiedades que poseía para sostener a su familia, pero con dificultad, especialmente desde que tuvo que cubrir sola las muchas deudas de José. Más tarde se casó con el Alcalde Lewis Bidamon, quien había apoyado a los mormones durante las pruebas, pero no era un miembro. Él tenía un hijo ilegítimo y después de casarse con Emma tuvo otro, los cuales ella crió, haciéndola una mujer más extraordinaria. Tenían una relación razonablemente buena a pesar de estos desafíos.
Cuando su hijo llegó a ser adulto y dirigió la Iglesia Reorganizada, como se conocía entonces, ella se unió. Sin embargo, nunca fue miembro verdaderamente activo de esa iglesia, ni tampoco se hizo activa en ninguna otra iglesia. Ella admitió que había sido renuente a darle a sus hijos alguna vida religiosa formal; sólo lectura personal de la Biblia y el Libro de Mormón; porque tenía miedo de que regresaran las muchas pruebas que había enfrentado. Ayudó a cuidar de la madre de José y su suegra indicó que pocas mujeres habían resistido tantas pruebas como ella con tanta gracia.
La vida de Emma fue muy complicada. Su niñez y adolescencia refinadas no estaban diseñadas para darle las capacidades que necesitó en la adultez, y aun así manejó casi todo lo que le pasó. Se sostuvo de su fe en Dios, en el evangelio y en José Smith como un profeta a través de todo. Ella no era perfecta, pero lo que sí es asombroso es que fue tan perfecta como para darle las poderosas pruebas y persecuciones que experimentó. Sus dificultades eran muy reales y habrían sido un desafío para cualquier mujer, principalmente sin la visión de la comprensión que el tiempo da. Eran suficientes como para derrotar a cualquier mujer y si ella, al final, hubiera estado cansada de abrirse paso en la vida, podría haberse comprendido.
Los mormones modernos empiezan a estar de acuerdo con Emma como la dama elegida a la que Dios llamó para estar en una revelación, pero también como una muy real y humana al mismo tiempo, quien luchó por Dios tanto como tuvo que hacerlo antes de elegir la vida más calmada a la que pertenecía. Ella permaneció con su esposo aun cuando enfrentaron dificultades en su matrimonio. Después de su muerte, se resistió a las insinuaciones de negar su papel como profeta. Dado que no dejó un diario, en realidad no sabemos cuál es la verdad completa acerca de Emma Smith… pero sí sabemos que fue destacable.
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Fuentes (en inglés):
Turley, Richard E., y Brittany A. Chapman. “A Comfort unto My Servant, Joseph.” Women of faith in the latter days. Salt Lake City, Utah: Deseret Book Company, 2011. 343-362. Print.
Bushman, Richard L., y Jed Woodworth. Joseph Smith: Rough Stone Rolling. New York: Alfred A. Knopf, 2005. Print.
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