3 Hábitos que Debilitan tu Testimonio sin darte cuenta




por Zack Oates, traducido por Hernán Toledo M.
Luego de terminar de estudiar en BYU, lleno cada día de un ambiente de apoyo espectacular, con muchos apoyándome en mi brillante porvenir, sucedió en mi un gran cambio al irme a una pasantía de verano final. El mundo se veía radiante hasta entonces, pero yo me sentía nublado. Tenía dudas. ¿Cómo alguien como yo que nunca había pasado un día sin que leyera las escrituras, desde que tenía 15 años, podía estar tan confundido?
En un momento le expresé mis sentimientos a un amigo. Le dije que estaba haciendo todas las cosas que se nos pedía en La Iglesia, pero que no sentía nada y que mi vida no tenía rumbo claro. Él me preguntó si las cosas que estaba haciendo las estaba haciendo de la manera correcta citándome algunas enseñanzas del Presidente Uchtdorf, sobre hacer las cosas de manera genuina. Al final concluí que yo tenía un vaso lleno a mi disposición, pero de toda esa agua, no estaba bebiendo nada.
Pero entonces, ¿cómo se pierde el testimonio cuando se está aparentemente activo? Pues muy sencillo:


1) Si dejas de escuchar cuando oras.
Desde el momento en que tenía 15 años, al final de cada oración de la noche me gustaba preguntar, “¿Hay alguna cosa que quisieras hacerme saber o pedirme hacer?” Y entonces esperaba… Esperaba hasta que recibía una respuesta. A veces 30 segundos, a veces un par de minutos.
Cuando después mis dudas llegaron a su punto culminante, me di cuenta de que había pasado meses desde que había hecho eso por última vez.
2) Si no haces un esfuerzo para aprender cuando lees las Escrituras.
Solía ​​escribir al menos dos discursos al mes. No para darlos, sino para aprender.
El año entero yo estuve aproblemado, no había escrito un solo discurso, ni siquiera había escrito lo que había aprendido en las escrituras. Para mí, esto disminuyó mi capacidad para recordar y aplicar las cosas que aprendía en mi lectura de las escrituras.
3) Si estás haciendo las cosas sólo para “Marcarlas como realizadas”.
La peor parte de mis problemas fue pensar que estaba haciendo todo bien. Las ‘palmaditas en la espalda’ que me autocomplacían, hicieron eco de un sentimiento similar a: “todo está bien.” Yo no oraba al Señor en mis ayunos mensuales”¿Soy yo Señor?”, como lo había hecho por lo general, y esto afectó a mi fe.

Mientras que el prevenir estas actitudes suena simple, a veces los niños, el trabajo, el matrimonio, las citas, las cuentas, los pasatiempos, y todo lo demás interfiere con nuestros esfuerzos y es difícil mantener nuestra fe tan activa como nuestros hábitos. Pero la clave es desear esa conexión con el cielo y darle una oportunidad.
Y si bien es posible que no llegue todo a la vez, una vez que tu corazón esté en ello, las dudas disminuyen, aumenta la alegría, y te puedes encontrar a ti mismo más activamente comprometido con un testimonio más fuerte que el que tenías antes.

Zack Oates es un empresario, hot tubber y blogger. Sirvió una misión en Ucrania por 2 años. Trabaja en una organización para apoyar afectados por violencia doméstica. Fundador de varios negocios. Has visitado 30 países.


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Hernán Felipe Toledo

Ingeniero, viajero, creador de comunidades y amante de difundir inspiración. Actualmente sirve en una Presidencia de Estaca.

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