El escuchar de verdad te ayudará a saber cómo ayudar a satisfacer las necesidades espirituales y temporales de los demás como el Salvador lo haría.
El élder Jeffrey R. Holland, del Cuórum de los Doce Apóstoles, dijo: “Pero quizás aún más importante que hablar sea el escuchar… Si escuchamos con amor, no habrá necesidad de preguntarnos qué decir, pues nos será dado por el Espíritu”.
Escuchar es una destreza que podemos aprender. El escuchar demuestra nuestro amor por los demás, sirve para edificar relaciones más fuertes e invita al Espíritu a bendecirnos con el don del discernimiento para ayudarnos a comprender las necesidades de los demás. A continuación tenemos cinco formas en las que podemos mejorar nuestra manera de escuchar.
1. Darles tiempo
Mucha gente necesita tiempo para organizar sus ideas antes de hablar. Dales tiempo para que piensen, tanto antes como después de decir algo (véase Santiago 1:19). Solo porque han terminado de hablar no quiere decir que hayan dicho todo lo que tienen que decir. No le tengas miedo al silencio (véanse Job 2:11–3:1 y Alma 18:14–16).
2. Prestar atención
Pensamos más rápido de lo que hablan los demás. Resiste la tentación de sacar conclusiones o de pensar por adelantado lo que vas a decir cuando hayan terminado de hablar (véase Proverbios 18:13). Más bien, escucha con la intención de entender. Tu respuesta será mejor porque se fundará en una mayor comprensión.
3. Clarificar
No tengas miedo de hacer preguntas que clarifiquen algo que no entendiste (véase Marcos 9:32). El clarificar reduce malos entendidos y demuestra tu interés en lo que se dice.
4. Reflexionar
Parafrasea lo que has oído y cómo entiendes la manera en que siente la otra persona. Esto les ayuda a saber si se les ha entendido y les da la oportunidad de clarificar.
5. Buscar puntos en común
Tal vez no estés de acuerdo con todo lo que se diga, pero sí con lo que puedas sin malinterpretar tus propios sentimientos. El ser afable puede ayudar a suavizar la ansiedad y la actitud defensiva (véase Mateo 5:25).
El presidente Russell M. Nelson enseñó que “debemos aprender a escuchar y escuchar para aprender el uno del otro”. Al escuchar con la intención de aprender sobre los demás, estarás en mejor posición de entender sus necesidades y atender los susurros sobre cómo podrás cuidar de aquellos a tu alrededor como el Salvador lo haría.
Escuchar es amar
Un relato del élder Holland ilustra el poder de escuchar:
“Mi amigo Troy Russell sacaba lentamente su camioneta del garaje… cuando percibió que una de las ruedas traseras pasaba por encima de un bulto… se bajó y encontró a su preciado hijito de nueve años, Austen, boca abajo sobre el pavimento… Austen había muerto.
“Sin poder dormir, sin poder encontrar paz, Troy estaba inconsolable… pero a esa brecha tan angustiante [llegó]… John Manning.
“Francamente desconozco el calendario de visitas de John y de su compañero menor al hogar de los Russell… lo que sí sé es que la primavera pasada el hermano Manning se agachó y levantó a Troy Russell de aquella tragedia en el pavimento como si él mismo estuviese recogiendo en sus brazos al pequeño Austen. Como el… hermano en el Evangelio que se suponía que debía ser, John simplemente asumió en su sacerdocio la tarea de cuidar de Troy Russell y velar por él. Le dijo: ‘Troy, Austen quiere que te pongas de pie, incluso en la cancha de básquetbol, así que voy a estar aquí cada mañana a las 5:15. Tienes que estar preparado…’.
“‘No quería ir’, me dijo Troy tiempo después, ‘porque siempre había llevado a Austen conmigo… pero John insistió, así que fui. Desde aquel primer día, hablamos, o más bien yo hablé y John escuchó… Al principio fue difícil, pero con el tiempo me di cuenta de que había hallado fortaleza gracias a [John Manning], que me amó y me escuchó hasta que el sol por fin volvió a salir en mi vida’”.
Ministrar como lo hizo el Salvador
“Y, deteniéndose Jesús, los llamó y les dijo: ¿Qué queréis que haga por vosotros?
“Ellos le dijeron: Señor, que sean abiertos nuestros ojos.
“Entonces Jesús, teniendo misericordia de ellos, les tocó los ojos, y al instante sus ojos recibieron la vista; y le siguieron” (Mateo 20:30, 32–34).
¿Qué podemos aprender de cómo escuchó el Salvador?
Invitación a actuar
Los principios para ministrar tienen como fin ayudarnos a aprender a cuidarnos los unos a los otros y no para que se compartan como un mensaje. A medida que conozcamos a aquellos que se nos han asignado, el Espíritu Santo nos guiará para saber qué mensajes podrían necesitar, además de nuestro cuidado y compasión.
Fuente: Liahona
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