por Hernán Felipe Toledo
Una vez una persona me preguntó si la ira es pecado. Le respondí bastante resumido pero hoy quise explicarlo más en detalle.
En Salmos 37:8 leemos: "Deja la ira y desecha el enojo; no te irrites, pues ello solo conduce a hacer lo malo."
Pablo predicando en Éfeso aconsejó: "Quítense de vosotros toda amargura, y enojo, e ira, y gritos, y maledicencia y toda malicia."
Hay muchas más escrituras que nos enseñan a alejarnos del enojo, pero con estas bastan para entender la instrucción.
La ira es una emoción que pocos se han detenido a comprender. Muchas cosas malas nos pueden pasar que resultarán en que nos sintamos enojados. Alguien nos puede robar alguna posesión, o alguien puede tratar mal a un ser querido, entre muchas posibles situaciones. Y no sólo se trata de "alguien". También puede ser causado por "algo". Por ejemplo, si se quema nuestra casa en un incendio, pensaremos de inmediato que el fuego es malo y nos invadirá el enojo, la frustración y luego la pena.
Si analizamos el fuego, veremos que este puede usarse para aniquilar un bosque, o para preparar alimentos. Puede usarse para crear o para destruir. Y así hay muchas posibilidades de lo que se puede hacer con el fuego. Del mismo modo funciona la ira. Si se trata de una ira descontrolada es un potencial de gran destrucción, pero bien encausada podría llevarnos a una acción noble. Ahora, es muy poco probable que escuchemos a líderes hablar de una ira positiva, pues la función de ellos es ayudarnos a alejarnos de la ira para evitar el riesgo del descontrol, pues debido a la ira muchas familias han sido separadas. Ellos están advirtiendo sobre su potencial destructivo.
Pero así como el fuego, la ira por sí misma no es el problema. Lo que puede resultar en un gran problema es lo que hacemos en base a la ira, es decir, cómo actuamos después de sentir la emoción.
El mejor ejemplo lo tenemos en la vida de Jesús.
Primero como Jehová. Cuando reveló sus leyes al pueblo del éxodo dijo:
"A ninguna viuda ni huérfano afligiréis.
Porque si tú llegas a afligirlos, y ellos a mí me claman, ciertamente oiré yo su clamor;
y mi furor se encenderá, y os mataré a espada, y vuestras esposas quedarán viudas, y huérfanos vuestros hijos." (Éx. 22:22-24)
Aquí se está mostrando que el Dios de los israelitas se podría llenar de ira si hubiese una razón justa para hacerlo. Lo que no es posible ver en nuestro Dios, es una ira injusta o injustificada.
Luego al venir como el Salvador del mundo nos llenó de enseñanzas, entre las cuales destacamos a drede algunos versículos en Mateo 21:
12 Y entró Jesús en el templo de Dios y echó fuera a todos los que vendían y compraban en el templo; y volcó las mesas de los cambistas y las sillas de los que vendían palomas;
13 y les dijo: Escrito está: Mi casa, casa de oración será llamada, pero vosotros la habéis hecho cueva de ladrones.
14 Entonces en el templo vinieron a él ciegos y cojos, y los sanó.
La razón por la que muchos eruditos han pensado que Jesús estaba enojado, es porque los comerciantes se estaban aprovechando de la personas que tenían que viajar largas distancias sin poder llevar animales de sacrificio, entonces tenían que comprarlos ahí a ellos, quienes los vendían demasiado caros. Cristo al ver este abuso justo en el templo, llamó la atención de esta manera.
Lo que cabe destacar ahora es el último versículo citado: "Entonces en el templo vinieron a él ciegos y cojos, y los sanó. Esto claramente nos muestra que luego del acto de ira, le siguió un acto de nobleza. Su enojo fue perfectamente controlado y no lo hizo seguir morando en su corazón. Esto lo llevó a la compasión y a la acción. Él verdaderamente no estuvo fuera de control. No siguió arremetiendo contra los cojos y ciegos, así como cuando vemos personas que después de enojarse siguen arremetiendo contra personas inocentes, golpeando puertas, arrojando objetos o hasta pateando al perro o al gato. Muchos de nosotros caemos producto de nuestra debilidad e incorrecto encause de energía en arremeter contra los inocentes. Si permitimos que la ira se instale en nuestro corazón, lograremos anular nuestra percepción y conciencia temporal, y se limitará nuestra visión y sabiduría accesible en tales momentos.
Un buen comentario al respecto, atribuido a Clay Gorton, nos invita a hacer un ejercicio:
"Imagina que estás en la tienda y ves a un hombre golpeando a una mujer repetidas veces. ¿Cuál es la respuesta apropiada? ¿Alejarte y decir: "Lo perdono"?. No. Es probable que la ira se alce y te mueva a hacer algo. Esa es una cosa buena. Ahora, lo que podrías hacer, variará. No digo que debas intervenir y convertirte en la próxima víctima del hombre, pero sin duda podrías pedir ayuda. Hace muchos años, cuando las Torres Gemelas fueron atacadas, los estadounidenses estaban enojados. Comprensiblemente, pues, nos habían atacado. Ese tipo de ira no es un pecado."
El Apóstol Pablo, también en Éfeso dijo: "Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo". Él sabía también que sólo si ponemos el sol sobre nuestro enojo, para impedirnos la visión, cometeremos un pecado. Pero es interesante que también dice: "Airaos". Quiere decir "agitaos", "enojaos", pero no pequéis. Ese "airaos" nos puede servir para reaccionar antes situaciones que no se deben omitir.
Wendy Ulrich, Psicóloga SUD, lo describió de esta manera:
"Podríamos definir la debilidad como la limitación de nuestra sabiduría, poder y santidad que viene con el ser humano. Como mortales, nacemos indefensos y dependientes, con varios defectos físicos y predisposiciones. Somos criados y rodeados por otros mortales débiles, y sus enseñanzas, ejemplos y tratamiento hacia nosotros son también defectuosos y en ocasiones dañinos. En nuestro estado débil y mortal, sufrimos enfermedades físicas y emocionales, hambre y fatiga. Experimentamos emociones humanas como la ira, el dolor y el miedo. Nos falta sabiduría, habilidad, resistencia y fuerza. Y estamos sujetos a tentaciones de muchos tipos.
...No podemos simplemente arrepentirnos de ser débiles, ni la propia debilidad nos vuelve impuros. No podemos crecer espiritualmente a menos que rechacemos el pecado, pero tampoco creceremos espiritualmente a menos que aceptemos nuestro estado de debilidad humana, respondamos con humildad y fe, y aprendamos a través de nuestra debilidad a confiar en Dios. Cuando Moroni se inquietó por la debilidad de su escritura, Dios no le dijo que se arrepintiera. En cambio, el Señor le enseñó a ser humilde y tener fe en Cristo. Como somos mansos y fieles, Dios ofrece la gracia, no el perdón, como el remedio para la debilidad. La gracia es un poder habilitador de Dios para hacer lo que no podemos hacer por nuestra cuenta (ver el Diccionario Bíblico, "Gracia") - el remedio divino apropiado por el cual Él puede "hacer que las cosas débiles se vuelvan fuertes". No es pecado ser Débiles."
Hay personas que son más propensas a la ira que otras, por lo que ese mismo hecho, nos hace reflexionar que el juicio del Señor con respecto a la ira es específico y diferente para cada personas, y no puede tratarse de un castigo sólo por sentir rabia. Nuestra condición caída o natural que nos hace tener debilidades, no es un pecado.
Entonces finalmente respondo a la pregunta: ¿Es el enojo un pecado?
Absolutamente no. El enojo conducido apropiadamente nos lleva a acciones correctas. Si no lo sabemos controlar es mejor alejarnos de la ira. Pero básicamente es una emoción, parte de nuestra debilidad que vino tras las caída, por ser seres naturales.
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