Al llamar a alguien para servir al Señor, se usa exactamente el mismo proceso que se nos indica que utilicemos para buscar cualquier revelación de Dios. Las instrucciones que el Señor le da a Oliver Cowdery en D. y C. 9:7-9 son explicativas:
He aquí, no has entendido; has supuesto que yo te lo concedería cuando no pensaste sino en pedirme.
Pero he aquí, te digo que debes estudiarlo en tu mente; entonces has de preguntarme si está bien; y si así fuere, haré que tu pecho arda dentro de ti; por tanto, sentirás que está bien.
Mas si no estuviere bien, no sentirás tal cosa, sino que te sobrevendrá un estupor de pensamiento que te hará olvidar lo que está mal; por lo tanto, no puedes escribir lo que es sagrado a no ser que lo recibas de mí.
De esta instrucción a Oliver podemos ver lo que el Señor espera. Debemos seguir este patrón. El primer paso es pedir al Señor en oración. El siguiente paso es estudiarlo. O en otras palabras, hacer algún esfuerzo. Usar los talentos que Dios nos ha dado para trabajar en oración lo que creemos que es la mejor respuesta. En el caso de los llamamientos deberíamos estar estudiando personas. Sus situaciones, sus talentos y sus necesidades. Más las necesidades del llamamiento y las personas afectadas por él.
Mientras estudiamos en oración los temas, debemos prestar atención tanto a nuestras mentes como a nuestros corazones. Cuando hacemos esto, nos abrimos para escuchar la inspiración del Señor. Podría llegar a la mente una respuesta que de otra forma no habríamos pensado, pero como parte de este análisis personal, se puede llegar a una opción mejor.
Idealmente en este punto tenemos la respuesta del Señor. Pero todos somos humanos defectuosos y es posible que hayamos cometido un error o hayamos llegado a la respuesta incorrecta. Es por eso que tenemos un paso final. Llevamos nuestra respuesta al Señor. Le decimos: "Señor, esto es lo que voy a hacer". Luego prestamos atención. Podemos obtener el "ardor en nuestro pecho" y entendemos la aprobación del Señor. O podemos obtener la desaprobación que nos hace olvidar y sentirnos incompletos. Si tenemos la aprobación del Señor, entonces avanzamos y actuamos como lo planeamos. De lo contrario volvemos a estudiarlo.
Este es el patrón que se debe seguir. Cada líder lo hará dependiendo de sus propios entendimientos, necesidades y circunstancias.
El líder también debe comprender que los llamamientos no eliminan la libre agencia de la persona llamada. El hecho de que un líder sepa a quién quiere Dios y en qué llamamiento, no significa que la persona acepte el llamado. Puede ser muy difícil para algunos líderes trabajar arduamente para encontrar a la persona “correcta”, sólo para que esa persona diga que no. Podría hacerles dudar de que el Señor realmente está respondiendo, o tal vez hacerles pensar que hicieron algo mal. Pero debemos recordar que el punto central de esta vida es que nosotros elegimos hacer las cosas que el Señor ordena, y el Señor no nos quitará esa capacidad de elección.
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