por C. Gorton
En un templo podemos arrodillarnos a orar, pero debemos hacerlo en un altar diseñado para este propósito. Por lo general, tienenen una pequeña “inclinación” acolchada para que apoyemos las rodillas. La inclinación también está ligeramente inclinada para facilitar la acción al arrodillarse y levantarse. El altar en sí está colocado a una altura adecuada para descansar los codos para que podamos disfrutar de una postura cómoda de rodillas.
A veces, durante nuestras reflexiones tranquilas en la sala celestial, nos sentimos motivados a orar y deseamos hacerlo de la manera más reverente. En mi último año, me he dado cuenta de que si tengo la intención de humillarme en el suelo, también debo tener un plan de contingencia para volver a levantarme (por temas de la edad). (En mi juventud, pensé que mi abuela estaba mal al no arrodillarse para orar en familia. Ahora que vivo lo mismo la comprendo totalmente). Cuanto más tiempo permanezco en tierra (de rodillas), mayor es mi malestar, ¡y eso que estoy bien de salud! Cuando miro alrededor del templo, encuentro que en su mayoría está compuesto por jubilados, y me pregunto cuántos podrían ayudarme a ponerme de pie en mis condiciones, o si tendría que esperar a que la amable hermana buscara a toda prisa y reverentemente a dos o tres hermanos para ayudarme, sin derribarse. A medida que la incomodidad se intensifica sobre mis rodillas (si todavía no estoy propenso), mi oración se intensifica igualmente, pero cambia de gratitud a desesperación.
Entonces... por mucho que me encantaría arrodillarme para orar en el templo, creo que es simplemente una política práctica para animar a los asistentes a orar sentados o de pie y reservar las rodillas para aquellas áreas que se han construido para acomodarlas.
Fuente: C.Gorton
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