Esta es una de las preguntas que llegaron al Blog del Presidente Gorton, y esta es la sabia respuesta que se entregó:
...Creo que cada miembro de la Iglesia que usa las redes sociales ha visto lo que se está describiendo. Si bien las redes sociales son una gran bendición en nuestras vidas, a veces también puede ser una maldición. Conocer gente que comparte nuestros intereses y creencias es fantástico, pero lamentablemente también tenemos la oportunidad de conocer a personas cuyas opiniones están en contra de lo que creemos.
Algunas personas pueden actuar de manera diferente en línea de lo que lo hacen en las interacciones cara a cara. Dudo mucho que las personas en la "vida real" sean tan agresivas, argumentativas o de confrontación como a veces actúan en línea. Debido a que las personas a menudo olvidan que hay un humano vivo que respira en el otro lado de la pantalla, actuarán de manera mucho más ruda y crítica. Lamentablemente, esa es la naturaleza de Internet y no es probable que cambie pronto. Si no podemos aceptar eso, entonces probablemente sea mejor que limitemos severamente el tiempo que pasamos en línea.
Alguien que está realmente en contra de la Iglesia y le gusta transmitir esa opinión necesita ayuda, y nosotros debemos ser personas compasivas para tratar de ofrecer ayuda. Desafortunadamente, es casi imposible cambiar la opinión de alguien que es muy fuerte, especialmente en línea, y todo lo que podemos hacer es agregar combustible al fuego. Es como luchar con un cerdo en el barro: no logramos nada, ambos se ensucian y el cerdo solo sigue disfrutando. Lo mejor es orar por la persona, pero aparte de eso, no hay mucho que podamos hacer.
Para citar un dicho popular en inglés: "haters gonna hate" (odiosos van a odiar). El odio que vemos hacia la Iglesia es profundamente preocupante y, en cierto modo, profundamente triste. Ese tipo de odio eventualmente se volverá a nosotros mismos y a nuestros seres queridos y nos llevará a serios problemas en la vida. No podemos salvar a todos... y, por triste que sea, a veces necesitaremos dejar a las personas solas y sólo orar para que no se autodestruyan.
Fuente: C. Gorton
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