El término “Escúchalo” capta la esencia de la Restauración y se centra en ella, en la declaración fundamental de que Dios vive, de que los profetas existen y de que la comunicación está abierta. Hay una relevancia constante hasta que todos hayan escuchado, se les haya advertido o hayan tenido la oportunidad de escuchar el Evangelio, hasta que el Salvador venga.
Ahora bien, me gustaría compartir algunas de las formas en las que yo lo “escucho”.
Lo escucho por medio de la oración resuelta
Para continuar con la importancia de la Primera Visión por un momento, hay muchas lecciones que se derivan de esa experiencia en la Arboleda Sagrada. Entre una de las principales es la oposición que José Smith enfrentó antes del gran momento en que se revelaron el Padre y el Hijo. El adversario se oponía a esa experiencia, lo que incluyó la prohibición de sus devotas palabras, en particular porque esa súplica iba a conducir a la grandiosa revelación. Entonces José ejerció su poder contra el del adversario, pudo salir adelante y tuvo su gran experiencia reveladora.
En ello hay una gran lección sobre la oración potente, urgente y resuelta para luchar, ya sea con la oposición del adversario, con las preocupaciones del día, o con las distracciones de nuestra mente. Tenemos muchas cosas que pueden impedirnos tener esa experiencia divina. Y nosotros, al igual que José, tendremos que ejercer todo nuestro poder para tener la gloriosa experiencia que Dios quiere que tengamos.
Lo escucho al apartar tiempo de calidad para orar en voz alta
Al igual que José, creo que es importante que oremos en voz alta. Es fundamental para lo que Dios dispone para nosotros en nuestra comunicación con Él. Nos invita a una conversación, por así decirlo, y desea mucho “escucharnos”. Debemos hacer todo lo posible para que Él nos escuche, literalmente.
En ocasiones, las Escrituras tratan de cuando el Señor está hablando y, a veces, describen Su voz. A veces es una voz suave; a veces es una voz fuerte, pero siempre es una voz penetrante. Siempre es una voz que cautiva y capta toda el alma. Para mí, decir en voz alta las palabras de mi oración es hacerla nítida y casi visible. La oración cobra un significado y una vida que no es lo mismo cuando solo estoy pensando en las palabras o murmurando un poco. Cuando nos comunicamos claramente con Él, podemos esperar “escucharlo” más claramente a cambio.
Si esperas hasta la medianoche, cuando estás exhausto, y luego dices tus oraciones, es posible que sea solo un esfuerzo a medias antes de caer en la cama. Considera efectuar esa oración más temprano por la noche, cuando estés alerta y atento y puedas hacerla más poderosa. El momento para orar debe ser un tiempo de calidad, no solo el tiempo que queda cuando ya se ha hecho todo lo demás, el último suspiro del día, por así decirlo.
Lo escucho por medio de la lectura de las Escrituras
Me crie con el pequeño refrán de que si querías hablar con Dios, orabas, y si querías que Dios te hablara, leías las Escrituras. Esa sigue siendo una fórmula útil para “escucharlo”. Hay una razón por la que la mejor sangre de la historia de la humanidad se ha dedicado a la redacción, conservación y canonización de esos registros. Debemos tratarlos con la reverencia que se merecen.
Para mí, la forma más obvia e inmediata en que Dios me ha hablado, día tras día, ha sido por medio de las Escrituras. La sección 18 de Doctrina y Convenios enseña que si has leído las palabras, has escuchado la voz de Dios (véase Doctrina y Convenios 18:36). Para mí, las palabras de esa página son literalmente Sus palabras; están canonizadas y tienen un impacto espiritual. Si estoy en sintonía, escucho Su voz.
Lo escucho a través del ejemplo de mi esposa
Desde mi juventud, he procurado “escucharlo”. Una de las formas en que escuché al Señor en mi juventud fue por medio de mi esposa. Éramos novios desde la adolescencia y salimos juntos en la escuela secundaria; ella tuvo un extraordinario impacto en mí. Al crecer, nunca le había prestado atención a la idea de ir a una misión, y no provenía de una familia que se centrara en el servicio misional. No obstante, mi esposa provenía de una larga tradición de misioneros, y el que yo fuera a la misión ocupaba una alta prioridad en su vida. Eso tuvo una gran influencia en mí y en mi decisión de servir. Las esposas o los esposos se deben reforzar mutuamente de esa manera. Uno tiene derecho a recibir orientación, dirección y consejo para el otro cuando hay verdadera unidad en la relación. Entonces, mi misión se convirtió en una experiencia fundamental para obtener un testimonio y escucharlo a Él con más claridad a partir de ese momento.
Lo escucho al confiar en mis sentimientos
Otra forma en que lo “escucho” es al confiar en lo que siento. A menudo me preguntan: “¿Cómo sé que lo que siento viene del Señor?”. No siempre recibimos una declaración certificada por escrito en respuesta a nuestras oraciones, pero si nuestra búsqueda es honorable, verdadera, pura y noble, confiemos en los sentimientos que recibamos. Animo a la gente a actuar de acuerdo con esos sentimientos y a creer que sus instintos pueden basarse en la verdad. A esas alturas, no tienen que preguntar: “¿Provino de Él?”. Él se asegurará de que no provenga de una fuente maligna.
Dios desea que seamos como Él es. Maduramos y, con esfuerzo, nos volvemos más como Dios. Pensamos más en Sus pensamientos y sentimos más de lo que Él siente. Somos uno con Él y nuestras impresiones deberían ser indistinguibles de Sus impresiones. Esa unidad es una de las cosas por las que el Salvador oró. Si te esfuerzas por vivir en unidad con Él, serás más como Dios y lo “escucharás” y confiarás en Él, incluso cuando confíes en tus propios sentimientos al orarle a Él.
VÍDEO
A continuación disfruta el vídeo de la Serie "Cómo lo escucho", en el cual el Élder Holland hace hincapié en una de estas claves en la oración.
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